-¿Hoy es tu último día? - dicen a coro.
-Sí, hoy es mi último día, ya solo voy a venir de visita. -dijo ella.
-¿Pero porqué? - preguntan confundidos.
-Vine aquí para aprender de vosotros y ahora que me habéis enseñado tanto y ya se muchas cosas, ya me puedo ir- respondió emocionada.
-Profe, no queremos que te vayas- dijeron con lágrimas en los ojos.
Eso fue lo que sucedió, exactamente, hace unos días.
Llegué con las pilas cargadas y apesadumbrada por tener que dejar a mi bebé después de tantos meses juntos el uno con el otro, con la mente en su bienestar continuamente.
Me fui con un vacío y los ojos empañados tras cinco meses intensos, pero con la ilusión que te hace pensar que vas a volver a tener tiempo para tu -ya no tan pequeño- bebé.
No puedo decir que las prácticas de la carrera me hayan cambiado la vida,siendo educadora, el título de maestra es solo un punto más en mi extenso currículum, pero tampoco puedo decir que haya sido como si nada, por que estaría mintiendo.
Como cualquier otra maestra he disfrutado de las vacaciones escolares y festivos, pero también he estado al comienzo de curso cuando la adaptación de los pequeños es más dura, mediando conflictos o enseñando a leer en el último curso de infantil.
El tiempo se me ha pasado volando, si miro hacia atrás me parece ya muy lejano y sin embargo cuando empezaba todo me parecía eterno. Eterno porque quería estar con mi hijo, pero tenía que cumplir con mis obligaciones de estudiante.
En este tiempo he pasado por todas las aulas, en todas me ha tocado disfrutar de una o dos fiestas escolares (Magosto, Halloween, Navidad...), en todas he trabajado todo lo que he podido pero me marcho con la sensación de que queda mucho por hacer y de que podía haber dado más de mi.
No es que no quisiera dar más de mi, por Dios, en muchas ocasiones llegué a mi límite volviendo a mi casa totalmente cansada por no parar, pero hay colegios que tienen tan atado el ritmo de trabajo que se te queda esa sensación de que podías haber hecho muchísimas cosas que normalmente no hacen.
Iniciativas en lugar de innovación.
Una espinita que me queda de todo el practicum es el no haber dedicado más tiempo a la música, a motivar a los niños a tener una clase de música más allá de escuchar canciones y bailar libremente (que está genial) y enseñarles a leer ritmos. Desgraciadamente no da tiempo siempre a todo y tampoco se puede hacer lo mismo en todos los cursos. Todavía no entiendo porqué en Infantil hay colegios que no tienen un maestro o maestra especializado en música que vaya a sus clases al menos una hora semanal, que es poquísimo, con lo importante que es la música para estimular a las fieras.
Me gusta mucho que en el cole tengan un día reservado para diferentes talleres que pasan por la ciencia o la cocina. De muchos colegios no se puede decir que haya metodologías innovadoras porque muchos prefieren los resultados y el 'la letra con sangre entra' que cualquier otra cosa, pero que tengan iniciativas es importante para que el personal no se acomode siempre a lo mismo, porque además siempre lo mismo ya cansa.
Y la despedida.
Las despedidas siempre son mi punto débil. Estoy todo el día con las emociones a flor de piel hasta que al final rompo a llorar en algún momento. Suele ser hacia el final de la mañana, pero qué le voy a hacer, son tantas experiencias juntos que a los niños les coges mucho cariño, incluso a los que menos te quieren jajajaja.
En mi despedida hubo de todo: besos, regalos, abrazos, palabras bonitas....
Los niños no querían que me fuera, algunas incluso se fueron con caras tristes a su casa y a mi se me caían los lagrimones que intentaba disimular pero que fue en vano, porque me pillaron.
Si es que soy una sentimental. En algún caso fue doble despedida, porque para algunos niños era la segunda vez que su profe de prácticas era yo. ¡¡Y de eso han pasado 4 años!!!
Ahora, cada vez que les visito, me arrollan. Me hace tan feliz ver como se les ilumina la cara cuando entro por la puerta....
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