lunes, 1 de junio de 2015

¿Un detalle a la maestra? ¡¡Ni locos!!

Queda menos y nada para terminar el periodo escolar, los niños están ya muy pasaditos -me refiero a cansados- y las profes ya no dan más de sí. Es en este momento cuando los padres y madres de las clases se reúnen para ver qué le regalan a la maestra. ¡Aaaaaaaaai! ¿Dónde nos hemos metido?



Recuerdo que cuando terminaba un curso mi madre siempre aparecía con su cámara de fotos para inmortalizar a la clase, año tras año. Luego esa foto se le regalaba a la maestra al finalizar el curso, con su marquito, a modo de recuerdo. Ahí donde lo veis es un detalle bonito y sencillo.

Nunca le di muchas vueltas al tema regalos o no regalos a los profesores porque nunca corría de mi cuenta sino de mis padres, por tanto, hasta que empecé a trabajar y los regalos me los hicieron a mi, jamás le dediqué un segundo a pensar en ello.

Empecé a trabajar oficialmente con niños -cobrando y con título- con 20 años. Hasta entonces, algo había hecho, canguro por horas, cuidar de los niños del barrio en grupito y demás. Todavía guardo con cariño las miles de cartas, dibujos y regalitos que me hicieron los niños de aquel verano de campamentos. Ese mismo año empecé en un colegio y entonces fue cuando me sorprendieron con mis primeros regalos por parte de los padres.

¿Me los deben?

Por favor, nadie podría pensar que le deben algo por hacer su trabajo ¡¡ni mucho menos!! Pero es algo que se agradece con ternura, que te empaña los ojos y que te encoge el corazón, porque nunca te esperas que nadie te agradezca de forma material -o verbal- la dedicación que tienes para los hijos de los demás.
Hay muchas familias que piensan que para eso ya se nos paga, que además del regalo  ya pagan el sueldo que sale de los impuestos; sin embargo cabe decir que ni todas las educadoras o maestras somos funcionarias ni todas ganamos lo que deberíamos. Con esto no quiero que se entienda que se nos debe algo, porque no es así, pero que nadie le hace 'ascos' a un cumplido, ni siquiera si viene en forma de taza/ pulsera/ foto enmarcada.

En mi trabajo lo hago todo con mucho cariño, soy cariñosa y divertida la mayor parte del tiempo pero sin olvidarnos de que estamos educando niños y por tanto, también hay que tener un punto serio y saber estar en todas las situaciones, que no todo es fiesta en una escuela.

¡¡Pero si yo también les regalo!!

Al final de curso suelo obsequiar a los niños con algo y ese detalle no sale del dinero del centro, sino de mi sueldo -sea el que sea- que me gano haciendo más horas de las que marca el convenio e incluso muchas veces sin cobrarlas..
Y ojo, que ya no es solo el vil metal que me pueda gastar, sino las horas que pierdo haciéndolo, horas que dedico en mi casa y que nadie me paga tampoco y en ocasiones, tampoco me agradecen (que tampoco es lo que busco, cuidado).

Todo lo que he hecho con los años ha sido por y para mis alumnos, nunca jamás para sus padres. Si hice un cancionero y les grabé en un cd las canciones de nuestro día a día, y luego les personalicé con colores los nombres y las dedicatorias, ha sido para que guardasen un recuerdo de nuestros días en el aula.
Si hice 30 cartulinas con las huellas de toooooodos los niños, su nombre y una foto, fue para que les quedase de recuerdo para siempre.
Si guardé los trabajos más creativos, los encuaderné con un papel especial y los envolví delicadamente a costa de mi espalda, no fue por quedar bien con nadie, sino por mis alumnos, a los que adoro.

Y no me arrepiento de ninguna de esas horas empleadas, ni del dinero pagado ni de nada. Me quedo con esas sonrisas de sorpresa, la cara de ilusión y algunas lágrimas de niños y padres. Quiero creer que por ese mismo motivo los padres regalan a las educadoras.

Pues yo sí, regalaré.

El día que mi hijo vaya a la escuela o al colegio y haga un cambio de etapa (que no necesariamente de curso) y su maestra le haya cuidado, querido y hecho a mi hijo feliz, si éste me demuestra que su maestra es lo más y que la aprecia y la recuerda con cariño, yo le haré un regalo a esa persona.
Por sus horas de trabajo, por sus horas de paciencia, por cuidar de mi bien más preciado que es mi hijo, por hacerlo reir y verlo feliz, por todos esos ratos de juegos y de canciones, de risas y excursiones.

Creo que esas maestras se lo merecen. 

Ser maestra no es firmar papelitos sentados 8 horas en una silla (sin menospreciar esos trabajos), es un cargo de muchísima responsabilidad. La responsabilidad de cuidar de 13, 10 o 30 niños que te necesitan, que te tienen como adulto de referencia durante 5 horas al día, 5 días a la semana durante 9 meses al año.

Ser maestra es el trabajo más agradecido, incluso si los padres no ven bien regalarte algo, porque el mayor regalo que una maestra recibe son las sonrisas de sus alumnos, y eso no hay dinero que lo pague. No señor.

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